La pandemia por COVID-19 ha estado presente por varios meses ya, lo que permite observar algunas de las consecuencias que trae para la salud de algunos pacientes recuperados.
A este respecto, recientemente se han publicado al menos 3 casos en los que pacientes relativamente jóvenes han desarrollado enfermedad de Parkinson, ya sea por sí sola o acompañada de otros síntomas, entre 2 y 5 semanas después de haber contraído COVID-19.
Los tres casos publicados y la posible explicación de cómo es que el COVID-19 podría causar Parkinson se discuten en el artículo publicado en línea por Trends in Neurosciences el 21 de octubre pasado.
Los tres pacientes en los casos publicados tienen 35, 45 y 58 años y son provenientes de Madrid, España, Ashdod, Israel y Brasilia, Brasil. Todos contrajeron COVID-19 y desarrollaron infecciones respiratorias severas que requirieron hospitalización. En todos los casos, las imágenes cerebrales tomadas para estudio posteriores a su recuperación de COVID-19, mostraron señales típicas de la enfermedad de Parkinson.
Cabe mencionar que ninguno de los tres pacientes tiene un historial de enfermedad diagnosticada o prodrómico de Parkinson. Incluso uno de los pacientes se sometió a un examen genético y no se encontraron variantes relacionadas con la enfermedad.
De acuerdo con los investigadores, es posible que los pacientes de los reportes hayan estado destinados a padecer esta enfermedad y la fuerte infección viral que atravesaron únicamente aceleró sus procesos neurodegenerativos. Sin embargo, y aunque estos casos no prueban una relación causal entre el COVID-19 y el desarrollo de Parkinson, el rápido comienzo de los síntomas motores tan cerca de esta infección viral nos puede sugerir una conexión.
Otro estudio neuropatológico desarrollado en Alemania, Neuropathology of patients with COVID-19 in Germany: a post-mortem case series, encontró que en 34 de 43 pacientes con COVID-19 estudiados había evidencia de activación de las células microgliales e invasión de células T citotóxicas en el tronco encefálico, las cuales son señales neuropatológicas asociadas con la enfermedad de Parkinson.
Dados estos resultados, las investigaciones continúan y, de encontrarse más evidencias que confirmen que el COVID-19 y el Parkinson están relacionados, existen consideraciones de importancia para el personal de salud.
Los médicos y quienes están en primera línea de atención deben mantenerse actualizados en referencia a los descubrimientos sobre el COVID-19 y sus efectos en la salud, principalmente para tomar decisiones a corto, mediano y largo plazo.
Un ejemplo de esto es que la sola sospecha de la relación entre COVID-19 y Parkinson debería desalentar la noción de buscar la inmunidad de rebaño. Es muy mala idea pensar en exponer a porcentajes grandes de la población a un virus que todavía no entendemos y que nos sigue dando malas noticias.
Por otro lado, esta posible relación nos podría enfrentar a un aumento significativo de casos de enfermedad de Parkinson en el futuro, lo que debe poner en alerta a los sistemas de salud y al personal médico de manera que exista una preparación para este escenario.
Lo ideal sería dar seguimiento a aquellos pacientes que se han recuperado de infecciones graves de COVID-19 y monitorear en ellos manifestaciones de enfermedad de Parkinson y otros desórdenes neurodegenerativos. Será crítico identificar síntomas tempranos de estos padecimientos para determinar los tratamientos adecuados que mitiguen los daños.
Para estas alturas es evidente que el COVID-19 no solo causa enfermedades respiratorias, sino que puede afectar múltiples órganos y tejidos. Por esto, es muy probable que, conforme la población envejezca, aparezcan en un gran número de pacientes síntomas de enfermedades crónicas que serán secuelas de un padecimiento por SARS-CoV-2.